Y, entonces, la pregunta es, ¿cómo debe actuar una comunidad donde un centro de datos será construido? No hay una respuesta única y dependerá de la deliberación propia de cada territorio. Con todo, sí hay experiencias internacionales y latinoamericanas que pueden inspirar y qué aquí compilamos para la reflexión de las comunidades y autoridades locales.

Parte 1.

¿Por qué y cómo actuar?

Hay diversas razones del porqué las comunidades afectadas deciden actuar sobre un proyecto como la construcción de un centro de datos. Algunas de ellas, son:

a. Buscar y exigir información en medio del secretismo

Lo que muestra la evidencia internacional es que, en general, se trata de proyectos muy sigilosos que se llevan en secreto y donde se presentan una serie de barreras (tanto desde las empresas como muchas veces de los propios gobiernos) para conocer sus verdaderos impactos socioambientales sobre los territorios.

Por un lado, las empresas tecnológicas y los gobiernos están utilizando acuerdos de confidencialidad para negociar la instalación de centros de datos lejos de la vista del público. Así, en Bessemer, Alabama, por ejemplo, los funcionarios firmaron acuerdos de confidencialidad para rezonificar tierras agrícolas para un proyecto de 14.500 millones de dólares sin informar a los residentes (MediaJustice, 2025). Esto se repite también cuando se quiere conocer la información completa sobre los impactos socioambientales de los centros de datos en un territorio: muchas veces, con la excusa del secreto corporativo, empresas y gobiernos niegan información tan importante como el consumo de agua de estas infraestructuras, como ocurrió en el departamento de Canelones, Uruguay, a propósito de la construcción de un centro de datos de Google (Parentelli, 2023).

Pero también hay barreras por ofuscación: información enrevesada y abundante que se diseña para que las personas comunes afectadas, pero también muchas veces para los especialistas independientes, tengan altas dificultades para entenderla. Un clásico ejemplo son los reportes ambientales de las empresas tecnológicas (Le Goff, 2025)

O, derechamente, la estrategia es el ocultamiento de información por parte de las empresas. Por ejemplo, según un documento interno filtrado, Amazon planeó divulgar únicamente el uso principal de agua de sus centros de datos —unos 7.7 mil millones de galones al año— para su campaña “Agua Positivos”, mientras retenía cifras sobre el uso secundario (por ejemplo, el agua usada en la generación de electricidad y otras funciones indirectas) que podrían duplicar la estimación. La empresa, que opera cientos de instalaciones y ya consume inmensas cantidades de agua (unos 105 mil millones de galones anuales en 2021), fue acusada por expertos de ocultar su “huella hídrica” real al no cubrir el uso indirecto, que según el documento representa aproximadamente el 90 % del total (Barratt & Furneaux, 2025). Esto es también interesante porque solo unas semanas antes de conocerse esta filtración, Amazon había publicado un video especial sobre cómo sus data centers usan agua y su compromiso de ser “Agua Positivos” (Amazon, 2025).

Así, la recopilación de información de las comunidades toma distintas formas: investigación de fuentes abiertas como medios e informes públicos, pedidos de información a las autoridades competentes si las jurisdicciones así lo habilitan, recopilación de información de fuentes indirectas (como otras experiencias similares en el mundo), o incluso ir a tribunales como en el caso de Google data center en Canelones, Uruguay.

Debido a que en muchos de los países la emergencia de los centros de datos es relativamente nueva, sobre todo en la hiperescala que demanda la Inteligencia Artificial, no existen en las comunidades muchas capacidades para responder de inmediato, y se debe invertir un tiempo considerable en la creación de conocimiento técnico y de capacidades. Esta brecha de conocimiento, con todo, se ve aminorada conforme los impactos socioambientales de los centros de datos están crecientemente en la mira de la opinión pública, lo que hace que la información pueda tener mejores circuitos de difusión.

¿Qué preguntas hacer para obtener información?

Qué preguntar para informarse sobre los impactos socioambientales de un centro de datos es clave. Muchas veces, la discusión de los impactos socioambientales se trata de materias técnicas que pueden ser intimidantes para las personas comunes y corrientes que tienen que vivir las consecuencias. Las autoridades deberían estar capacitadas para responderlas de manera completa y pertinente a las comunidades.

Conversando con activistas, muchos se arrepentían que tanto en pedidos de transparencia o reuniones con tomadores de decisiones, no habían preguntado lo suficiente o de forma más específica. La verdad es que a veces estamos en medio de desiertos de información y de apuros que es difícil decidir qué preguntar. En este sentido, en los centros de datos, no hay preguntas obvias ni tontas. Hacer las preguntas incorrectas es, también, correcto.

Basada en el caso estadounidense, la consultora AllAI publicó una guía de preguntas sobre electricidad y agua -reconociendo que esas no son las únicas materias a las que se necesita poner atención- que las comunidades pueden utilizar como orientación cuando se enfrentan con las autoridades (2025). De ellas, a continuación, seleccionamos algunas:

  • a) electricidad
    • demanda:
      • ¿Por qué necesitamos capacidad adicional?
      • Actualmente, sin contar al o los centros de datos, ¿cuál es el mayor consumidor de electricidad que tenemos? ¿Cuánta electricidad consume?
      • ¿A cuántos hogares podría abastecer el aumento de capacidad en un año?
      • ¿Qué porcentaje de esta capacidad adicional se destina actualmente a los centros de datos
      • ¿Cuál es la previsión de demanda para nuestra ciudad si dejamos fuera del análisis la demanda de los centros de datos?
    • Operaciones:
      • ¿Cómo se satisfará la capacidad?
      • ¿Cuánto tiempo se tardará en construir la capacidad solicitada?
      • ¿Cuánto costará la construcción? ¿Cómo se financiará el proyecto?
      • ¿Cuánto contribuirán el ayuntamiento, la mancomunidad y el gobierno estatal?
      • ¿Cuál es el modelo de adquisición para el proyecto y tendrán los organismos públicos alguna propiedad o responsabilidad sobre los nuevos activos?
      • ¿Cómo alimentará el operador de la instalación sus operaciones (energías fósiles o renovables) hasta que se alcance la capacidad solicitada?
    • Precio:
      • ¿Cómo afectará esto a otros contribuyentes?
      • ¿Cómo se distribuirán los costos entre los contribuyentes?
      • ¿Puede el desarrollador nombrar una comunidad cuyas tarifas eléctricas hayan bajado desde que construyeron un centro de datos?
    • Propiedad:
      • ¿Cómo afectará esto a los propietarios?
      • Dado el derecho de paso requerido, ¿dónde es más probable que se produzca la expropiación?
  • b) Agua
    • Demanda:
      • ¿Cuál es el uso de agua de mayor intensidad que tenemos actualmente?
      • ¿Cuánta agua se consume al año?
      • ¿Cuánto de esa cantidad se consume y cuánto se descarga?
      • ¿A cuántos hogares podría abastecer este nivel de capacidad en un año?
      • ¿Cuál es la previsión de crecimiento demográfico de nuestra ciudad?
      • ¿Hay usos industriales o agrícolas clave que requieran un aumento de la asignación de agua?
      • ¿Qué factores se están utilizando para determinar qué usos tienen prioridad?
      • ¿Qué porcentaje de esta capacidad adicional se destina actualmente a los centros de datos?
      • ¿Cuál es la previsión de demanda para nuestra ciudad si dejamos fuera del análisis la demanda de los centros de datos?
    • Refrigeración:
      • ¿Cuánta agua consume?
      • ¿Qué tipo de sistema de intercambio de calor se está diseñando o construyendo para la instalación?
      • ¿A qué temperatura/humedad suelen tener que pasar a la refrigeración por evaporación las instalaciones de esta región?
      • En promedio, ¿qué porcentaje del agua que extraen las instalaciones locales del desarrollador se devuelve a la fuente de agua?

b. Denunciar públicamente el incumplimiento de estándares socioambientales adecuados en sus territorios

Una vez que las comunidades logran hacerse una idea de los impactos socioambientales de los centros de datos en sus territorios, generalmente viene la búsqueda de participación en las decisiones socioambientales sobre el proyecto. Dependiendo de la jurisdicción, habrá posibilidades de hacerlo a través de mecanismos formales; pero aún si no existen, emergen las reuniones de organización comunitaria con más personas del territorio, con autoridades a nivel local, con organizaciones afines y otras con el fin de informar, denunciar y también capacitarse.

Muchas organizaciones escalan las acciones y producen material de denuncia: volantes, webs, informes, material en redes sociales, columnas y apariciones en medios comunitarios y tradicionales, que documentan las posiciones y preocupaciones.

Acciones públicas de comunidades y academia

Hay muchos ejemplos de su diversidad. Por ejemplo, MOSACAT (Movimiento Socioambiental Comunitario en defensa del Agua y el Territorio), se ha hecho conocida por liderar la oposición al centro de datos de Google en Cerrillos, Santiago de Chile. Como analiza Lehuedé (2025), “MOSACAT colocó carteles, distribuyó folletos en mercadillos, recogió firmas, organizó manifestaciones en la obra, asambleas vecinales y se reunió con representantes de Google para impulsar el cambio. Pocos meses después de su creación, MOSACAT logró incluir una pregunta sobre el centro de datos en un referéndum público (aunque no vinculante), en el que el 38 % de los residentes aprobó el proyecto y el 49 % lo rechazó. Tres años más tarde, MOSACAT reveló que Google se había comprometido a «no utilizar agua» para refrigerar sus servidores”.

Por su parte, la organización de Estados Unidos, MediaJustice, ha trabajado con comunidades de los Estados del sur de ese país para comprender los impactos socioambientales que sufren sus comunidades debido al auge de la Inteligencia Artificial y sus centros de datos. En ese contexto, en el 2025 habilitó una caja de herramientas (en inglés) con una serie de materiales para que las comunidades se auto organicen y puedan reflexionar sobre la construcción de centros de datos.

Las reflexiones también toman la forma del arte. A principios del 2025, Chile inauguró su pabellón en la 19ª Bienal de Arquitectura de Venecia con la obra "Inteligencias Reflexivas”, liderada por los curadores Serena Dambrosio, Nicolás Díaz y Linda Schilling. “La instalación pone sobre la mesa la potencialidad que tiene la arquitectura a la hora de enfrentarse a los centros de datos. El pabellón hace un esfuerzo por reconstruir los 25 centros de datos que se ubican en Chile que han sido ingresados al Servicio de Evaluación de Impacto Ambiental. Estos informes presentan una arquitectura abstracta y críptica que ha sido difícil de entender, y que las comunidades que cohabitan con estas infraestructuras se han visto enfrentadas a la tarea de tener que convivir con esta tecnología”, explicó Nicolás Díaz. (Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos, PUC, 2025).

Obra "Inteligencias Reflexivas”.

c. Mitigar los daños; detener los proyectos

Las expectativas de una misma comunidad pueden ser muy variadas y complejas. Algunas tienen la el objetivo de mitigar los impactos socioambientales más perniciosos de los centros de datos en su comunidad; otros, quieren aprovechar implantar estándares ambientales a los centros de datos de las grandes tecnológicas (las empresas hoy más poderosos del mundo) para estratégicamente presionar a otros actores corporativos con peor comportamiento ambiental en su territorio a que sigan el ejemplo; algunos buscan medidas de remediación externas que vayan en beneficio de otras necesidades de la comunidad; así como otros querrán detener el proyecto completamente incluso a través de tribunales debido a que no lo quieren en su territorio o por razones de justicia ambiental más profundas.

No importan las razones, aquello es una decisión que debe tomarse en el contexto mismo en que se vive y en la convivencia democrática. No obstante, es conveniente decir que muchas veces es la acción de las comunidades -ya sea por la presión pública o por los tribunales- la que empuja a las autoridades a exigir mejoras y/o a las empresas a introducir tecnologías y mecanismos más eficientes de usos de recursos en los centros de datos. En otras palabras, no hacer nada parece ser el peor de los caminos.

Dos documentos complementarios pueden ser importantes para profundizar las acciones que pueden ser emprendidas por las comunidades:

  • Por un lado, el documento “Los data centers llegan a tribunales en América Latina” que examina las acciones legales que ocurrieron en Chile y Uruguay.
  • Por otro, el documento “Análisis de las medidas de mitigación y de responsabilidad empresarial de los centros de datos” (pronto a publicarse el 24 de noviembre del 2025).

d. articipar en políticas públicas relacionadas a los centros de datos

Muchos gobiernos, a distintos niveles, están diseñando políticas públicas que tienen que ver con la instalación de centros de datos en sus territorios. Desde planes de excepciones fiscales, desregulación o regulación ambiental, a planes de inversión para atraer a las empresas tecnológicas para que instalen sus centros de datos, entre otras.

La participación de las comunidades y de la sociedad civil no siempre está garantizada, lamentablemente. Con todo, comunidades y organizaciones alrededor del mundo ya están pensando en estándares socioambientales en centros de datos que pueden resultar inspiradores.

Para complementar, revisa la sección de datacenterboom.net llamada “¿Cómo responde la política pública a los impactos socioambientales de los centros de datos?”.

Parte 2.

Experiencias globales

1. Estados Unidos

De acuerdo a un informe de Data Center Watch (2025) centrado en Estados Unidos, entre mayo de 2024 y marzo de 2025 se identificaron al menos 142 grupos de activismo en 24 estados que organizan la oposición a la construcción o expansión de centros de datos de hiperescala. Más aún, durante este periodo, se estima que proyectos por US $18 mil millones fueron bloqueados, y otros por US $46 mil millones fueron retrasados como resultado de la oposición local. ¿Qué lecciones deja esta oposición?:

  • Las cifras demuestran que la resistencia comunitaria —no sólo simbólica, sino con efectos reales sobre inversión y cronograma— puede convertirse en un factor decisivo en el desarrollo de centros de datos a hiperescala. Para Data Center Watch, los centros de datos están emergiendo como el nuevo foco de resistencia local (“NIMBY”), en lugar de fábricas, centros comerciales o parques logísticos.
  • Las objeciones recurrentes citadas incluyen: aumento de facturas de servicios públicos, elevado consumo de agua, ruido, impacto sobre el valor de las propiedades y la pérdida de espacios verdes. Estas preocupaciones brindan un marco muy concreto que las comunidades pueden usar para evaluar propuestas locales de centros de datos: ver cómo se articula el proyecto con recursos hídricos, energía, integridad ambiental, y calidad de vida.
  • El informe subraya la importancia del nivel local: la mayoría de las decisiones de permisos y zonificación se toman a nivel municipal o de condado. Esto implica que, aunque haya impulso federal o corporativo, la resistencia comunitaria puede tener éxito vía mecanismos locales. Para comunidades globales, significa que organizarse a nivel de municipio, vigilar audiencias públicas, participar en procesos de zonificación, puede ser tan o más efectivo que intentar revertir políticas nacionales.
  • La oposición no se limita a un solo tipo de ideología política: tanto funcionarios conservadores como progresistas han planteado objeciones. Por ejemplo: desde la derecha se enfatiza el impacto sobre la red eléctrica, los incentivos fiscales y la carga para los contribuyentes; desde la izquierda, los efectos sobre el medio ambiente, el consumo de agua y la “huella de carbono” de los datos. Esta dimensión “bipartidaria” sugiere que los argumentos en contra de cierto tipo de infraestructura tecnológica pueden sumar alianzas transversales, más allá del tradicional espectro izquierda-derecha.
  • Finalmente, el informe sugiere que este fenómeno de oposición está aún en fase de expansión y profesionalización: en algunos estados se están formando coaliciones organizadas de múltiples grupos locales, con recursos para litigar, para presionar en medios de comunicación, y para incidir en regulaciones estatales o locales. Para comunidades globales, esto puede servir de inspiración para articular alianzas entre vecinos, ONGs ambientalistas, asociaciones de propietarios, y otras entidades que contemplan jugar un rol activo frente a desarrollos de centros de datos.

Un llamado a la acción desde la experiencia de Estados Unidos

La organización MediaJustice de Estados Unidos publicó el informe "The People Say No: Resisting Data Centers in the South" (2025) que ofrece un contexto global y de ese país del rápido desarrollo de los centros de datos, al tiempo que se centra en el sur de Estados Unidos como escenario de la lucha por los derechos humanos frente a la actual expansión de las grandes tecnológicas. Para la organización, “al igual que las plantas petroquímicas crearon «zonas de sacrificio» con aire envenenado, agua contaminada y comunidades abandonadas, los centros de datos están añadiendo una nueva ola de extracción a esa historia”.

En su repaso de la evidencia de los diversos impactos socioambientales que sufren las comunidades, MediaJustice resume en los siguientes puntos el llamado a la acción:

  • Simplemente diga «no» a los centros de datos.
    Los centros de datos no son inevitables y para rechazarlos hay que comprender que hay múltiples formas de detener estas infraestructuras. Los gobiernos deben aprobar la construcción, la rezonificación de tierras, la expansión de la producción de energía y el uso del agua. Todos son ámbitos en los que podemos plantear exigencias que ralenticen y bloqueen un proyecto.
  • Defender el territorio, el agua y la energía como bienes comunes
    Los centros de datos compiten por agua y electricidad con necesidades básicas humanas y ecosistemas locales. Por eso insta a proteger los recursos esenciales como bienes comunes, no como commodities al servicio de la economía digital. Pide exigir evaluaciones ambientales rigurosas, transparencia sobre consumo hídrico y energético, y mecanismos de rendición de cuentas corporativa. También invita a promover moratorias locales o suspensiones temporales hasta que existan garantías de sostenibilidad y equidad.
  • Conectar la justicia ambiental con la justicia digital
    Una de las tesis centrales del llamado es que no puede haber justicia ambiental sin justicia de datos. Los centros de datos no solo extraen agua y energía: también extraen información y sostienen las arquitecturas de vigilancia, control y discriminación algorítmica. El informe denuncia que muchas de estas infraestructuras están vinculadas a contratos con gobiernos o corporaciones que procesan información para la vigilancia policial, migratoria o fronteriza. De allí que el activismo ambiental debe ampliarse hacia una lucha por la soberanía tecnológica y la protección de la privacidad colectiva.
  • Exigir transparencia, participación y consentimiento informado
    MediaJustice subraya que gran parte de los proyectos de centros de datos se negocian mediante acuerdos confidenciales, exenciones fiscales y procesos de permisos opacos. Su llamado es a que las comunidades demanden procesos públicos y participativos: audiencias abiertas, acceso a los contratos, estudios independientes de impacto y la posibilidad de ejercer el consentimiento libre, previo e informado. Las decisiones sobre el uso del territorio, afirma, deben estar guiadas por la voluntad comunitaria y no por la influencia corporativa.
  • Articular resistencias locales y globales
    El informe invita a construir redes de solidaridad entre comunidades del Sur global y del Norte afectadas por el auge de la infraestructura digital —desde Chile y México hasta Irlanda o Virginia—. Plantea la necesidad de compartir información, estrategias legales, campañas mediáticas y herramientas de mapeo ciudadano. También anima a los movimientos ambientales, sindicales, de derechos digitales y de justicia racial a trabajar juntos, reconociendo que las luchas por la tierra, la energía y los datos forman parte de un mismo frente contra la concentración de poder tecnológico.
  • Vigilar la vigilancia
    Finalmente, el “call to action” advierte que la lucha no se limita al terreno físico. Las comunidades deben vigilar la vigilancia: exigir auditorías públicas sobre qué datos se procesan, para qué fines y con qué implicaciones éticas; oponerse a la expansión de sistemas biométricos y de IA policial; y reclamar evaluaciones de impacto en derechos humanos antes de aprobar nuevos centros de datos. La defensa de la privacidad y la libertad digital se entiende aquí como una extensión de la defensa ambiental: ambas buscan preservar las condiciones de vida y autodeterminación frente a formas de control extractivo.

2. Europa

Una reciente encuesta publicada en octubre del 2025 y que fue encargada por Beyond Fossil Fuels y realizada por Savanta (2025), realizada en cinco países europeos —Alemania, Reino Unido, España, Suiza e Irlanda— y con la participación de más de cinco mil personas, reveló una mayoría contundente que se opone a la expansión sin control de centros de datos sin que haya garantías sobre su impacto energético, hídrico y económico.

En particular, el 72 % de los encuestados considera que los nuevos centros de datos solo deberían aprobarse si se crea nueva capacidad de energía renovable adicional para atenderlos; el 64 % cree que no deberían construirse si van a usar combustibles fósiles; y el 76 % pide que sean alimentados exclusivamente por fuentes renovables.

La preocupación ciudadana no se limita únicamente al cambio climático, sino también al riesgo de que los centros de datos consuman electricidad y agua que podría destinarse a otros usos sociales prioritarios —como vivienda, salud, alimentación— y que estos centros “salten la fila” de acceso a energía o agua en momentos de estrés para la red o los recursos hídricos. Más aún, solo un 3-4 % de los encuestados consideraron que los centros de datos deberían tener prioridad en el suministro de agua o energía en situaciones críticas, lo que demuestra el bajo peso social que la ciudadanía asigna a este tipo de infraestructura frente a servicios básicos.

Además, el comunicado señala una fuerte demanda hacia las empresas de “Big Tech” y los operadores de centros de datos para que sean más transparentes: el 85 % de los encuestados quieren que estos operadores publiquen sus impactos ambientales, el 83 % demanda que informen sobre su consumo energético y fuente de electricidad.

También se argumenta que los gobiernos deben establecer criterios claros para la distribución de electricidad, priorizando los usos sociales críticos en lugar del despliegue indiscriminado de centros de datos.

Basados en estos resultados, el llamado es a:

  • Reorientar las prioridades energéticas hacia el bien común
    El informe sostiene que los gobiernos europeos deben establecer reglas claras de priorización energética, de modo que los centros de datos no compitan en igualdad de condiciones con hospitales, transporte público o vivienda. La idea es que la electricidad y el agua se asignen según criterios de utilidad social y resiliencia, no según la capacidad de pago de las grandes tecnológicas. Este punto implica que los estados deberían introducir mecanismos de jerarquización del consumo en momentos de escasez o sobrecarga de la red, asegurando que los usos críticos humanos tengan precedencia sobre los usos corporativos intensivos.
  • Condicionar las autorizaciones a aportes de energía renovable adicional
    El 72 % de los europeos encuestados respalda que solo se aprueben nuevos centros de datos si éstos añaden nueva capacidad renovable a la red (no simplemente la compran). En términos de política pública, esto implica pasar de un modelo de “energía equivalente” (donde las empresas adquieren certificados verdes) a uno de “adicionalidad renovable”, donde cada nueva instalación tecnológica debe contribuir directamente a la expansión de la matriz limpia. Los gobiernos podrían, por ejemplo, requerir que cada megavatio consumido esté vinculado a una inversión equivalente en solar o eólica local.
  • Imponer límites o moratorias temporales en zonas saturadas
    El informe sugiere que los países o regiones con redes eléctricas frágiles o alta competencia por el agua deberían poder establecer moratorias o cuotas al crecimiento de los centros de datos. Esto se deriva de la percepción pública de que la infraestructura digital está “saltando la fila” y generando estrés hídrico y energético. Políticamente, implica que los gobiernos podrían fijar zonas de exclusión o cupos máximos por región, siguiendo ejemplos de Irlanda o Países Bajos, donde ya se aplican límites temporales a nuevas conexiones.
  • Fortalecer la transparencia y la rendición de cuentas ambiental
    Una mayoría del 85 % exige que las empresas de Big Tech publiquen sus datos reales de consumo energético, hídrico y emisiones. Esto apunta a que la formulación de políticas debería incluir obligaciones de reporte público (similares a las de sectores industriales), con auditorías verificables y estandarización de métricas. Las políticas podrían basarse en esquemas como los del “Energy Efficiency Directive” revisado de la UE, que ya impone reportes anuales a centros de datos de más de 500 kW.
  • Incorporar justicia ambiental y fiscalidad redistributiva
    El informe plantea que las políticas nacionales deben reconocer que los centros de datos benefician principalmente a grandes corporaciones tecnológicas mientras trasladan los costos ambientales y de infraestructura al público. De ahí se desprende la necesidad de instrumentos fiscales correctivos —por ejemplo, impuestos al uso intensivo de energía o agua, o contribuciones compensatorias a fondos locales de transición energética—. Estas medidas buscarían equilibrar la carga y restituir beneficios a las comunidades donde se ubican las infraestructuras.
  • Enmarcar la planificación digital dentro de la transición energética justa
    Finalmente, Beyond Fossil Fuels advierte que la expansión de la inteligencia artificial y del almacenamiento de datos debe integrarse explícitamente en los planes de transición energética y climática, en lugar de considerarse un sector separado. Esto implica que la planificación digital —como la aprobación de parques tecnológicos o data centers— debe alinearse con los objetivos climáticos nacionales y con los presupuestos de carbono, evitando que el “crecimiento digital” erosione los avances logrados en descarbonización.

Resistencias socioambientales en Europa

En Zeewolde (Países Bajos), el plan de Meta para levantar un centro de datos a hiperescala suelo agrícola activó una coalición local y nacional que cuestionó su escala, su apropiación de energías renovables y su pobre retorno en empleo (Reuters, 2022). Tras meses de presión social y un giro político, el proyecto fue primero frenado y, finalmente, cancelado en 2022 (DCD, 2022). Un hito que mostró que la expansión hiperescalar puede tropezar con el control democrático del territorio y con la prioridad de usos energéticos definida por la comunidad y el Estado.

Por su lado, el caso de la ciudad de Marsella (Francia) traslada la controversia al corazón urbano y portuario del Mediterráneo. Allí, el colectivo Le Nuage était sous nos pieds (“La nube estaba bajo nuestros pies”) politiza la “nube” como infraestructura intensiva: cables submarinos y centros de datos que compiten por electricidad con otras prioridades públicas. Los activistas interpelan una disyuntiva nítida —¿alimentar cinco centros de datos o electrificar la red de buses?— para dramatizar la elección social detrás de la asignación energética y para exigir transparencia y planificación democrática del ecosistema digital (La Quadrature du Net, 2025).

El tercer caso, Región de Dublín (Irlanda), concentra quizá la versión más estructural del problema: una masa de centros de datos que, al calor del auge de la IA, pasó a consumir una fracción significativa de la electricidad nacional, provocando restricciones de conexión y un replanteamiento regulatorio. Activistas como Not Here Not Anywhere articularon la crítica combinando datos de operador del sistema y del regulador con campañas públicas para cuestionar la concentración territorial y la apuesta país por un sector de alto consumo y bajo empleo directo. La narrativa oficial de crecimiento se topó, así, con la realidad de una red eléctrica tensionada y con decisiones regulatorias que, por periodos, congelaron nuevas conexiones en Dublín (DCD, 2022); a la vez, la prensa internacional difundió que los centros de datos alcanzaron alrededor de una quinta parte del consumo eléctrico en 2023, reforzando el “caso irlandés” como advertencia comparada (O’Brien, 2024).