Impactos
Conflictos socio-ambientales de los data centers
Mientras los centros de datos se multiplican, la polémica por sus profundas consecuencias socio-ambientales aumenta en todo el mundo. En América Latina, sus impactos tienen matices distintos que resuenan con desafíos históricos. Te presentamos un catálogo de impactos detrás de “la nube” para comprender los conflictos socio-ambientales en tu comunidad.
Aumento del consumo de energía y sus consecuencias anexas
Los centros de datos consumen cada vez más energía, por un lado porque son cada vez más en el mundo, y segundo, porque impulsados por la IA, las tareas de cálculo que requieren hacer requieren de mucha energía. De hecho, la International Energy Agency (IEA) sacó un informe denominado Energy and AI (2025) que revela varios antecedentes importantes respecto al uso de energía, entre los cuales destaca:
- Los centros de datos representaron alrededor del 1,5 % del consumo mundial de electricidad en 2024, es decir, 415 teravatios-hora (TWh).
- Estados Unidos representó la mayor parte del consumo mundial de electricidad de los centros de datos en 2024 (45 %), seguido de China (25 %) y Europa (15 %).
- A nivel mundial, el consumo eléctrico de los centros de datos ha crecido alrededor de un 12 % anual desde 2017, más de cuatro veces más rápido que la tasa de consumo eléctrico total.
- Los centros de datos centrados en la inteligencia artificial pueden consumir tanta electricidad como las fábricas de alto consumo energético, como las fundiciones de aluminio, pero están mucho más concentrados geográficamente. Por ejemplo, casi la mitad de la capacidad de los centros de datos de Estados Unidos se encuentra en cinco agrupaciones regionales. El sector representa una parte sustancial del consumo eléctrico en los mercados locales. A finales de la década, ese país consumirá más electricidad para los centros de datos que para la producción de aluminio, acero, cemento, productos químicos y todos los demás bienes que requieren un uso intensivo de energía juntos.
- Gracias a una economía digital donde la IA juega un papel de creciente importancia, se prevé que el consumo eléctrico de los centros de datos se duplique con creces hasta alcanzar unos 945 TWh en 2030. Esto es ligeramente superior al consumo eléctrico total actual de Japón. El escenario base del informe prevé que el consumo eléctrico mundial de los centros de datos aumentará hasta alcanzar unos 1200 TWh en 2035.
| Región | Consumo más reciente (TWh o %) | Año | Proyección / Detalle |
|---|---|---|---|
| Global | ~415 TWh (~1,5 % del total mundial) | 2024 | IEA: podría llegar a ~945 TWh en 2030. |
| Estados Unidos | ~188 TWh (≈45 % del global) | 2024 | IEA: participación actual; podría subir a 6,7–12 % del consumo nacional hacia 2028–2030. |
| China | ~104–140 TWh (25–34 % del global) | 2024 | IEA: más de 100 TWh en 2024; proyecciones de hasta 400 TWh en 2035. |
| Unión Europea | ~62 TWh (15 % del global, ~3 % del consumo de la UE) | 2024 | McKinsey indica un aumento hacia 150 TWh en 2030. |
| América Latina | ~10–12 TWh (≈0,3 % del global, estimado) | 2024 | OLADE: podría representar hasta 5 % del consumo eléctrico regional hacia 2035. |
Ahora bien, la IEA en ese mismo informe dice que, a pesar del fuerte aumento, el crecimiento de la demanda eléctrica de los centros de datos representa menos del 10 % del crecimiento de la demanda eléctrica mundial entre 2024 y 2030 en el caso base. Otros factores clave, como el crecimiento de la producción industrial y la electrificación, el despliegue de vehículos eléctricos y la adopción del aire acondicionado, lideran el camino.
Sin embargo, aunque el crecimiento absoluto pueda parecer menor, lo importante -y que se reitera siempre en el informe- es que los centros de datos, a diferencia de los vehículos eléctricos, tienden a concentrarse en ubicaciones específicas, lo que hace que su integración en la red sea potencialmente más difícil.
Con todo, es importante destacar que estamos siempre en escenarios altamente inciertos: la misma agencia ha dicho que, a propósito de modelos como DeepSeek que requieren menos del 10 % de energía que otros grandes modelos de IA, la demanda eléctrica de los centros de datos puede estar sobre estimada, lo que contribuye a la incerteza (Financial Times, 2025).
Ahora bien, los actores detrás de ese crecimiento en la demanda energética también son importantes. El Informe sobre la Economía Digital (2024) de la UNCTAD (ONU Comercio y Desarrollo), señala que entre 2018 y 2022, el consumo eléctrico de 13 grandes operadores de centros de datos más que se duplicó, lo que acentúa la urgencia de abordar su elevada demanda energética (además de su huella hídrica).
Ahora bien, ¿qué impactos socioambientales tiene esta demanda energética creciente? A continuación, un catálogo de las que hasta ahora parecen tener más atención:
1. Incremento de la demanda de energías fósiles y sus efectos en clima y salud
Los centros de datos miden sus emisiones de gases invernadero a través de tres alcances: emisiones directas o de Alcance 1, y las indirectas de Alcance 2 (las emisiones de la energía que consumen) y las indirectas de alcance 3 (cadena de producción). La información más preocupante es la de Alcance 2.
Es importante comprender cómo se miden las emisiones de gases invernadero de los centros de datos (si es que se miden). Te recomendamos leer “¿Cómo se calculan las emisiones de gases invernadero de un centro de datos?: Una guía breve”.
En ese contexto de Alcance 2, el informe “Energy and AI” de la Agencia Internacional de Energía (IEA) señala que, en 2024, más de la mitad de la electricidad consumida por los centros de datos provino de fuentes fósiles: alrededor de un 30 % del carbón y un 26 % del gas natural. El resto del suministro eléctrico se dividió entre un 27 % proveniente de energías renovables (principalmente eólica, solar fotovoltaica e hidráulica) y un 15 % de energía nuclear.
El carbón y el gas natural seguirán siendo esenciales en el corto plazo, atendiendo más del 40 % del aumento de la demanda de electricidad hasta 2030. A partir de esa fecha se espera la entrada en operación de reactores nucleares modulares pequeños (SMRs), que proveerán energía de base con bajas emisiones. Esto, junto con la mayor penetración de renovables, permitirá una reducción en el uso de carbón en el suministro eléctrico de los centros de datos hacia 2035.
Con todo, que la mitad de la energía que necesitan los centros de datos venga de energías fósiles significa, en la práctica, dos consecuencia graves inmediatas:
a. Más calentamiento global
A nivel general, el Informe sobre la Economía Digital (2024) de la UNCTAD destaca que el sector de las tecnologías de la información y comunicaciones —que incluye dispositivos digitales, redes y centros de datos—fue responsable en 2020 de entre 0,69 y 1,6 gigatoneladas de CO₂, lo que equivale a aproximadamente 1,5 % a 3,2 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Este rango sitúa al sector digital en una categoría comparable, por ejemplo, al transporte aéreo o marítimo en términos de huella de carbono.
A nivel de Estados Unidos, de acuerdo al Environmental and Energy Study Institute (2025), entre 2018 y 2024, las emisiones de los centros de datos se han triplicado, pasando de 31,5 millones de toneladas a 105 millones en 2023 — un incremento del 300%, en línea con el fuerte crecimiento del número de instalaciones, de 418 a 5381. Por su parte, Jha et al (2024), utilizan modelos de IA para estimar que el creciente uso de centros de datos podría elevar las emisiones de CO₂ en EE. UU. entre un 0,4 % y un 1,9 % hacia 2030, lo que significaría entre el 3% y el 14% de las emisiones del sector eléctrico.
Particularmente en Europa, un estudio de Beyond Fossil Fuels (2025) indica que la expansión de centros de datos especialmente por la creciente sofisticación de la inteligencia artificial, podría multiplicar por ocho las emisiones si la electricidad proviene de combustibles fósiles. En ese escenario, la demanda eléctrica asociada aumentaría hasta 287 TWh/año para 2030, y las emisiones de los nuevos centros podrían subir de 5 millones de toneladas de CO₂ en 2025 a unos 39 millones en 2030. Si se acumulan en el periodo, los nuevos centros de datos podrían emitir 121 millones de toneladas de CO2 equivalente en los próximos seis años. Esto equivale a la mitad de la reducción de emisiones de CO2 equivalente prevista por Alemania para 2030 en todos los sectores. Y concluyen:
“La demanda adicional de electricidad de los centros de datos debe satisfacerse con energías renovables, y no con combustibles fósiles, para evitar agravar la crisis climática. Pero si los nuevos centros de datos consumen la energía renovable ya prevista para otros sectores de la economía, el resultado será ralentizar los esfuerzos de estas otras industrias por descarbonizarse, lo que aumentará las emisiones”.
Efectivamente, a nivel global, la IEA estima que las emisiones asociadas al consumo eléctrico de los centros de datos alcanzarán un pico cercano a 320 millones de toneladas en 2030, para luego descender a unos 300 millones de toneladas hacia 2035 en su escenario base. Aunque esto representa solo alrededor del 1% de las emisiones globales por combustión de energía, se trata de uno de los pocos sectores donde se prevé un aumento de emisiones en la próxima década, junto con el transporte por carretera y la aviación. En un escenario de mayor crecimiento de la inteligencia artificial (“Lift-Off Case”), las emisiones podrían llegar a representar hasta un 1.4 % del total mundial en 2035.
Emisiones de los generadores de emergencia
Debido a las exigencias de la IA en los centros de datos, los generadores diésel, considerados durante mucho tiempo una solución fiable contra fallos, se están volviendo aún más esenciales, no solo como medida provisional en emergencias, sino como un componente crucial de una estrategia energética más amplia. El desafío radica en que la red eléctrica ya no puede mantener el ritmo por sí sola. Por ello, la industria está recurriendo a soluciones complementarias, como generadores diésel de probada resiliencia y otros sistemas que operan junto a la red en situaciones normales, garantizando al mismo tiempo que el diésel de emergencia siga estando listo para cumplir su función principal (Dierksheide, 2025).
Mientras que un centro de datos más pequeño puede albergar solo unos pocos generadores de respaldo, los proyectos más grandes, incluidos los que se construyen para alimentar la IA, pueden tener docenas. Por ejemplo, Quantum Loophole's Aligned Data Centers propuso instalar 168 generadores diésel capaces de suministrar 504 MW de potencia.
Estos generadores diésel pueden ser enormes, con potencias que van desde 1,5 MW hasta más de 3 MW cada uno. La mayoría de los generadores están diseñados para proporcionar entre 1,5 y 2 veces la carga total conectada. Estos generadores emiten cantidades significativas de partículas en suspensión (PM), óxidos de nitrógeno (NOx), dióxido de azufre (SO₂) y dióxido de carbono (CO₂), contaminantes que degradan la calidad del aire, contribuyen al cambio climático y suponen graves riesgos para la salud de las comunidades cercanas
Hay un caso interesante en México donde los generadores de emergencia no se usan para pruebas o cortes, sino porque la red eléctrica no está aún preparada para su demanda. Así, un centro de datos de Microsoft en Colón, Querétaro, no pudo conectarse a la red eléctrica nacional y por ello opera parcialmente con generadores de gas. La empresa ha admitido el uso de generadores que podrían cubrir hasta el 70 % del consumo de un centro de datos durante ciertas horas, generando niveles de CO₂ equivalentes al uso de decenas de miles de hogares (2025).
b. Aumento de la contaminación atmosférica y el impacto en la salud de comunidades más vulnerables
Este aumento de la capacidad eléctrica está dificultando los objetivos de energías renovables de países como Estados Unidos. Para suplir la demanda, las empresas de servicios energéticos han recurrido en mayor medida a combustibles fósiles (emisiones Alcance 2) que generan contaminación del aire. Esto y los generadores diésel de respaldo que alimentan los centros de datos cuando hay problemas con el suministro eléctrico (emisiones Alcance 1) emiten contaminantes peligrosos, como óxidos de nitrógeno y partículas finas, lo que aumenta las tasas de enfermedades respiratorias y cardiovasculares y eleva el riesgo de cáncer en las comunidades cercanas.
Utilizando datos de permisos ambientales y herramientas de la EPA (Environmental Protection Agency), Business Insider (2025) calcula que actualmente los impactos en salud pública vinculados a esta contaminación en Estados Unidos ascienden a entre 5 700 y 9 200 millones de dólares al año, incluyendo entre 190 y 300 mil episodios de asma y entre 370 y 595 muertes prematuras anuales. Además, solo los generadores de respaldo contribuyen con unos 2500 toneladas de óxidos de nitrógeno al año, lo que podría generar 20 mil casos de asma adicionales y costar 385 millones de dólares en salud pública.
El reportaje también evidencia que alrededor del 20% de los centros de datos están ubicados en comunidades que ya sufren altas cargas ambientales, lo que agrava las desigualdades sanitarias: niños con más propensión al asma y mayores tasas de nacimientos prematuros.
¿Qué pasará en el futuro? En el 2024, Han et al. publicaron The unpaid toll: Quantifying the public health impact of AI, que cuenta cómo los centros de datos de inteligencia artificial en Estados Unidos impactan a la salud pública a través de la contaminación atmosférica. Para ello, usaron un modelo de ciclo de vida que incluye tanto las emisiones directas de los generadores diésel de respaldo, como la electricidad que consumen los centros de datos y la fabricación del hardware que los equipa. Sus conclusiones son alarmantes:
- En cuanto a la operación diaria de los centros de datos, el estudio calcula que, para 2030, las emisiones asociadas a su consumo eléctrico podrían causar alrededor de 1.300 muertes prematuras cada año y más de 600.000 episodios de asma, con un costo sanitario superior a 20 mil millones de dólares anuales. Estas cifras sitúan a los centros de datos en un nivel de daño comparable al de industrias altamente contaminantes como la siderurgia a carbón o incluso al parque automotor de un estado grande como California.
- El artículo también analiza el entrenamiento de modelos de gran escala en estos centros, como Llama-3.1, cuyo consumo eléctrico equivale en emisiones contaminantes a más de 10 mil viajes de ida y vuelta en automóvil entre Los Ángeles y Nueva York. Según los autores, los costos sanitarios derivados de este tipo de cargas computacionales pueden incluso superar el propio costo económico de la electricidad utilizada.
- Más importante aún, el impacto no se distribuye de forma uniforme. Los autores destacan que las comunidades cercanas a grandes clústeres de centros de datos —a menudo con menos recursos económicos— podrían enfrentar cargas sanitarias per cápita hasta 200 veces más altas que otras zonas menos expuestas. Esto refleja cómo la concentración geográfica de centros de datos amplifica desigualdades sociales y ambientales.
2. Aumento de la demanda de energías renovables: mito y conflictos
La IEA proyecta que entre 2024 y 2030 las energías renovables cubrirán cerca de la mitad del crecimiento en la demanda eléctrica de los centros de datos. Esto se debe tanto a la rápida expansión de nuevas plantas renovables como a contratos de compraventa de energía (PPAs) firmados por grandes compañías tecnológicas, además de la tendencia a ubicar data centers cerca de parques eólicos y solares.
Así, se prevé que la generación de energías renovables crezca en más de 450 TWh para satisfacer la demanda de los centros de datos hasta 2035, gracias a los cortos plazos de entrega, la competitividad económica y las estrategias de adquisición de las empresas tecnológicas.
Para esta agencia, el sector tecnológico contribuye a impulsar nuevas tecnologías nucleares y geotérmicas. La energía nuclear contribuye con aproximadamente la misma cantidad de generación adicional para satisfacer la demanda de los centros de datos, especialmente en China, Japón y Estados Unidos. Los primeros reactores modulares pequeños entrarán en funcionamiento alrededor de 2030.
La información de esta agencia debe analizarse con varios elementos de contexto crítico, sobre todo por los impactos socioambientales que esta semana energética de renovables produce en las realidad:
a. Los data centers aumentan las renovables ¡pero también las energías fósiles!
La gran pregunta es si son ciertas las estimaciones futuras de que los data centers sean alimentados mayoritariamente o exclusivamente con energías renovables. Se trata, por ahora, de un ámbito especulativo: hay incertezas de cómo será el escenario energético en el futuro, sobre todo porque poco se sabe aún sobre cómo evolucionará la tecnología y el mercado de la IA.
Pero hay un factor que a menudo está ausente de la discusión y es que, en general, el aumento de la energía renovable no ha significado necesariamente un reemplazo de la energía fósil: más bien, ambas fuentes energéticas se han sumado para alimentar una demanda creciente de empresas como las tecnológicas. La misma Agencia Internacional de Energía (IEA) en su informe Global Energy Review (2025) afirma:
“Los últimos datos muestran que la demanda mundial de energía aumentó a un ritmo superior a la media en 2024, lo que se tradujo en un incremento de la demanda de todas las fuentes de energía, incluyendo el petróleo, el gas natural, el carbón, las energías renovables y la energía nuclear. Este crecimiento estuvo liderado por el sector eléctrico, cuya demanda aumentó casi el doble que la demanda energética general debido al incremento de la demanda de refrigeración, el aumento del consumo industrial, la electrificación del transporte y el crecimiento de los centros de datos y la inteligencia artificial”.
Más aún, agrega que el rápido despliegue de cinco tecnologías clave de energía limpia —energía solar fotovoltaica, energía eólica, energía nuclear, autos eléctricos y bombas de calor— no fue suficiente para detener el aumento de las emisiones globales, que han aumentado en 1.3 Gt de CO2 desde 2019.
Y si bien estas tecnologías han iniciado una desaceleración estructural en las emisiones de CO2 relacionadas con la energía (en conjunto, estas tecnologías evitan ahora alrededor de 2,6 Gt de emisiones al año, lo que equivale al 7% de las emisiones globales de CO2 relacionadas con la energía), si la demanda energética sigue creciendo a un ritmo acelerado impulsada por centros de datos y la IA, la transición energética seguirá retrasando: uno, porque la brecha que deben cubrir las tecnologías limpias seguirá creciendo y, dos, porque al aumento de demanda es todavía más barato cubrirla con energía fósil.
De hecho, la ingente demanda energética de los centros de datos parece ser por ahora una oportunidad perfecta para desarrollar nuevos proyectos basados en fósiles. En Irlanda se ha manifestado preocupación por la justificación que brinda la demanda energética de los centros de datos y la expansión de combustibles de transición como el gas natural (Brodie, 2024). En un informe de enero del 2025 del Institute for Energy Economics and Financial Analysis (IEEFA), se alerta que la expansión proyectada de la demanda eléctrica por centros de datos está impulsando una construcción significativa de infraestructura fósil (plantas de gas y gasoductos) en estados del sureste de EE. UU., lo que claramente dificulta la transición energética.
¿Podrá haber un despliegue inusitado de las energías renovables en los próximos años que permita que la energía renovable gane peso ante la demanda energética de los centros de datos? Por variadas razones parece poco probable (costos, competitividad tecnológica, infraestructura de red obsoleta, volatilidad política en países como Estados Unidos, subsidios directos o indirectos a fósiles, etc).
Los problemas de viabilidad de data centers con un 100% de energía renovable local
De acuerdo a la investigación sobre centros de datos (2025) del Instituto Brasileiro de Defesa do Consumidor (IDEC), todavía no parece razonable mantener en funcionamiento un centro de datos a gran escala únicamente con fuentes renovables.
Los centros de datos pueden generar su propia energía renovable (autogeneración), obtenerla de una planta cercana (colocalización) o simplemente comprar energía renovable a un proveedor externo en los mercados o mediante un acuerdo de compra de energía.
En el caso de que un centro de datos se abastezca únicamente con energía renovable local, el equilibrio en tiempo real entre la oferta y la demanda es un reto que debe tener en cuenta: I) las necesidades de los centros de datos de un suministro de energía altamente confiable para mantener su calidad de servicio; II) las fluctuaciones de su carga, que pueden ser grandes entre el pico y el comportamiento habitual; y III) la variabilidad, la intermitencia y las propiedades no despachables de la generación de energía renovable.
Para que un centro de datos a gran escala funcione únicamente con energías renovables, es indispensable contar con dispositivos de almacenamiento de energía, es decir, baterías. Y las baterías son caras, lo que acaba siendo uno de los motivos por los que la mayoría de las empresas optan por fuentes de energía más estables, como las energías fósiles.
b. Una transición digital diseñada para los centros de datos y no para la gente
Se ha planteado que la solución para la huella de carbono sería que los centros de datos se alimenten 100% de energía renovable. Más aún, tanto corporaciones como gobiernos afirman que la demanda energética de los centros de datos es una oportunidad para apurar la transición energética.
Las señales, no obstante, no son tan optimistas.
En países como Irlanda (por lejos el país de Europa preferido para instalar centros de datos), con el fin de facilitar la transición energética, el Estado promueve los Acuerdos Corporativos de Compra de Energía (CPPA), que son acuerdos de precios directos entre empresas y proveedores de energía. Esto significa que las empresas reciben una tarifa garantizada (baja) en sus costos de energía directamente del proveedor de energía; también significa que la nueva energía renovable no llega a los hogares, sino directamente a las infraestructuras corporativas que consumen mucha energía. No se trata de inversiones, sino de un contrato corporativo instrumentalizado a través de la red pública, en el que una empresa puede monopolizar efectivamente la capacidad futura de energía renovable mediante el uso de infraestructura pública.
Según el argumento del Estado, la demanda influirá en la oferta: si las empresas necesitan energía renovable, se construirán más, lo que cambiará la composición energética de la red. “Como era de esperar -afirman Brodie & Bresnihan (2021)- también son promovidos por la industria tecnológica, lo que les permite presentarse como la solución a un problema (energía/clima) del que son en parte responsables”. Con todo, para estos autores estas infraestructuras funcionan como verdaderos “sumideros energéticos”, es decir, demandan cantidades masivas de electricidad y absorben nuevas capacidades renovables a través de contratos directos. Esto distorsiona la transición energética pues, en lugar de servir a las comunidades e industrias locales, buena parte de esa capacidad renovable termina dedicada a mantener infraestructuras digitales privadas (Brodie, 2024)
A lo anterior se suma que, como históricamente el movimiento para una transición energética justa ha denunciado, el precio de los costos sociales y ecológicos de los proyectos de generación de energía renovable son pagados por las comunidades que menos han contribuido a la crisis climática y ecológica, por ejemplo, al desplazar comunidades indígenas en tierras que ahora son campos de energía fotovoltaica o eólica. En el caso de Brasil, a este conflicto socioambiental se suma que, en los mismos territorios indígenas donde se levantan turbinas eólicas, ahora las empresas generadoras de esta energía buscan que sus mejores clientes, los centros de datos, se instalen allí para así ahorrar costes en líneas de transmisión y distribución, lo que ya ha levantado alarmas en la comunidad indígena Anacé, en Ceará (2025).
En ambos ejemplos se advierte una lógica de “sustitución verde” (combustible fósil por renovables), donde las energías verdes parecen legitimar la expansión tecnológica al alimentar la inevitabilidad del tecnocapitalismo, lo que reproduce desigualdades espaciales, favorece intereses corporativos y socava la justicia ambiental, pues los costos sociales y ecológicos recaen en zonas rurales (Brodie & Bresnihan, 2021).
c. Distorsión de la verdadera huella de carbono de las Big Tech
La huella ecológica de los centros de datos sigue estando oculta en gran medida a las promesas corporativas de alto nivel y a la transparencia selectiva que se puede apreciar en sus informes de sostenibilidad. Por eso es importante interpretar cuidadosamente estos últimos.
Por ejemplo, las compañías tecnológicas como Microsoft y Google reconocen que han aumentado de forma alarmante su consumo de electricidad, no obstante, también muestran que tienen una disminución de las emisiones. Esto se debe, principalmente, a que incorporan en la ecuación certificados de energía renovable corporativa y acuerdos de compra de energía.
Según un análisis de The Guardian (2025), desde el año 2020 a 2022, las emisiones reales de carbono de los centros de datos internos o de propiedad de las empresas Google, Microsoft, Meta y Apple son probablemente alrededor de un 662% más altas de lo que se informó oficialmente. Esto, porque a pesar de las enormes críticas, estas empresas tecnológicas consideran en sus informes los certificados de energía renovable o REC.
Esos son certificados que una empresa compra para demostrar que está adquiriendo electricidad generada por energía renovable para cubrir una parte de su consumo eléctrico; sin embargo, la trampa está en que la energía renovable en cuestión no tiene por qué ser consumida por las instalaciones de una empresa. Más bien, el lugar de producción puede estar en cualquier lugar, desde una ciudad hasta al otro lado del océano.
Las empresas tecnológicas son las mayores compradoras de REC desglosados a nivel mundial (2024), y su uso continuado de estos créditos de carbono podría tener implicaciones de gran alcance a medida que más corporaciones buscan reducir su huella de carbono.
Ofuscación por complejidad: la estrategia de los informes ambientales de las Big Tech
Por su parte, para evitar ensuciar estas cifras de emisiones de alcance 2 con este tipo de estrategias, el investigador Thomas Le Goff (2025) recomienda examinarlas basadas en la ubicación, que reflejan la intensidad de carbono de las redes locales donde realmente se consume electricidad. Así, analizando los informes de Microsoft y Google, del 2020 al 2024, "las emisiones de alcance basada en la ubicación de Microsoft se duplicaron con creces en cuatro años, pasando de 4,3 millones de toneladas métricas de CO2 en 2020 a casi 10 millones en 2024. Google subió de 5,8 millones a más de 11,2 millones de toneladas métricas de CO2 en el mismo período".
Asimismo, las emisiones de Alcance 3, que incluyen los costos de carbono de toda la cadena de valor de una empresa, también se minimizan en estos informes: ninguna de las dos empresas divulga las «emisiones habilitadas», es decir, el carbono liberado a través del uso posterior de herramientas de inteligencia artificial, incluidas las aplicadas en la exploración petrolera o la optimización logística.
Así, si se sustituyen las cifras del Alcance 2 basadas en el mercado por las basadas en la ubicación y se añade el Alcance 3, “las emisiones reales de Microsoft en 2024 serían de alrededor de 25.2 millones de toneladas métricas de CO₂, y no los 15.5 millones que informan. Las emisiones totales de Google alcanzarían los 23.4 millones, y no los 15.2 millones que se publicitan”.
Para Le Goff esto no se trata de una maniobra de greenwashing (“lavado verde”), puesto que los informes contienen información valiosa, gran parte de la cual ha sido verificada de forma independiente, y estas empresas están invirtiendo claramente en iniciativas de descarbonización y gestión del agua. No obstante, se trata de un caso de ofuscación por complejidad: cifras comunicadas de forma selectiva, métodos contables que prefieren las narrativas más favorables y una desconexión continua entre el marketing medioambiental y la materialidad medioambiental. Así, la contabilidad de la sostenibilidad sigue estando estructurada de manera que permite a las empresas presentar al público una imagen idealizada, mientras que ocultan las realidades menos halagüeñas en apéndices y notas al pie.
3. Fallas eléctricas debido a la demanda de electricidad de los data centers
La presión sobre las infraestructuras eléctricas es un motivo de preocupación cada vez mayor. A medida que aumenta la demanda de centros de datos, las redes locales se enfrentan a nuevas tensiones: la insuficiencia de capacidad puede dar lugar a una degradación de la calidad de la energía o a frecuentes apagones en los barrios residenciales cercanos (Ngata et al, 2025; Chen et al (2025)).
Más precisamente, un informe de Bloomberg (2025) analiza nueva evidencia que sugiere que los centros de datos de la IA están distorsionando la calidad de la electricidad que se entrega a los hogares de Estados Unidos, lo que aumenta los riesgos de daños en los electrodomésticos e incendios. Y es que la proliferación de centros de datos que respaldan aplicaciones de IA está ejerciendo una presión sin precedentes sobre la infraestructura de la red eléctrica que ha terminado afectando la calidad de la energía suministrada a millones de consumidores, especialmente en grandes mercados de centros de datos como Virginia del Norte.
El problema, conocido como “armónicos”, ocurre cuando se interrumpe el flujo normal de electricidad en ondas constantes, lo que provoca picos y caídas de tensión erráticos. Si no se solucionan, las subidas o bajadas repentinas del suministro eléctrico pueden provocar chispas e incluso incendios domésticos. El análisis del informe mostró que más de tres cuartas partes de las lecturas de energía altamente distorsionadas en EE. UU. se encuentran a menos de 80 kilómetros de la actividad de grandes centros de datos. Las nuevas instalaciones adyacentes a las grandes ciudades estadounidenses han agravado esta situación, sobrecargando aún más la red eléctrica.
En México, una investigación de N+Focus (2025) dió con documentos del Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) que ya advertían en el 2023 que la demanda máxima de energía, sumada a las nuevas solicitudes, excede de la capacidad instalada, lo que pone en riesgo garantizar un suministro eléctrico de calidad. Ese mismo informe alerta sobre el impacto de los centros de datos en la red eléctrica de Querétaro, augurando sobrecargas.
De acuerdo al medio, la afectación ya ha comenzado en Querétaro. El Cenace registró más de 300 fallas eléctricas en todo el país entre los años 2021 y 2023, la mayoría de ellas en Querétaro y Guanajuato. Reportajes del mismo medio dieron cuenta sobre apagones y cortes de luz al menos desde el año 2023. La industria, por su parte, asegura que el 35% de su inversión será para mejorar la red eléctrica. Sin embargo, no ofrece datos sobre cuántas obras ha financiado. Informes a los que tuvo acceso N+Focus indican que los gigantes tecnológicos también se ven afectados por los problemas de energía. Al menos cinco centros de datos no arrancaron o pararon sus operaciones debido a la falta de conexión.
Los riesgos cibernéticos de los centros de datos de IA
Chen at al (2025) advierten que los centros de datos de IA no solo presentan impactos eléctricos físicos, sino también riesgos cibernéticos emergentes al sistema eléctrico.
Su demanda concentrada, dependencia de electrónica de potencia programable y conexión con arquitecturas en la nube aumentan la vulnerabilidad. Intrusiones coordinadas podrían manipular la programación de carga o alternar sus Sistema de Alimentación Ininterrumpida (SAI) induciendo súbitos cambios de demanda de cientos de MW. Esto puede amenazar la estabilidad de frecuencia, sobrecargar redes locales o provocar fallas en cascada.
Como ejemplo, los investigadores recuerdan que en 2024 ocurrió un evento en “Data Center Alley” (Virginia) donde 60 de más de 200 centros de datos se desconectaron por falla en un sistema de protección, trasladando carga a generadores locales; la pérdida de carga introdujo un desequilibrio que obligó a la utilidad a reducir generación para evitar un efecto dominó. Y aunque no fue un ataque malicioso, el evento demuestra la vulnerabilidad de cambios rápidos de carga.
4. Justicia y equidad energética en entredicho
La justicia energética se refiere al objetivo de lograr equidad en la participación social y económica en el sistema energético, mientras también remedia cargas sociales, económicas y de salud impuestas desproporcionadamente por el sistema energético. Existen diversos ejemplos en cómo este principio se pone en entredicho cuando se observan los esfuerzos de la política pública de gobiernos para satisfacer la demanda energética de los centros de datos.
Arizona se ha convertido en uno de los centros de centros de datos de más rápido crecimiento en Estados Unidos. Sin embargo, esta rápida expansión está generando preocupación por su impacto en las comunidades desfavorecidas que carecen de acceso a la electricidad básica. Si bien los incentivos fiscales del Estado han atraído a los desarrolladores de centros de datos, su proliferación ha ejercido una presión cada vez mayor sobre la red eléctrica de Arizona, lo que ha llevado a tomar decisiones que afectan de manera desproporcionada a las poblaciones vulnerables. En 2024, la Comisión de Corporaciones de Arizona aprobó la financiación de mejoras en las infraestructuras para apoyar el crecimiento de los centros de datos. Mientras tanto, la comisión rechazó una propuesta independiente para ampliar el acceso a la electricidad a partes de la Nación Navajo, alegando preocupaciones sobre los posibles costes para los consumidores. Como resultado, miles de hogares navajos siguen sin electricidad (2023).
Por su parte, en Brasil, mientras las empresas tecnológicas amplían su infraestructura de alto consumo energético, más de 1,3 millones de brasileños viven con poca o ninguna electricidad, sobre todo en las zonas rurales. Los expertos advierten de que el elevado consumo de agua y energía de los centros de datos podría sobrecargar la red eléctrica de Brasil, aumentando el riesgo de apagones y elevando los costes energéticos para los consumidores. Elaine Santos, investigadora de pobreza energética en la Universidad de São Paulo, cree que las empresas tecnológicas deben tener en cuenta los efectos locales causados por su creciente participación en el suministro de energía del país: «Si van a construir centros de datos donde la gente ni siquiera tiene acceso a la electricidad, las empresas deben ofrecer una compensación», argumenta. «Dado que Brasil está siendo vendido, la compensación debe ser sólida» (2025).
5. Los tarifas de la electricidad suben para los usuarios comunes
El Institute for Energy Economics and Financial Analysis (IEEFA) publicó una serie de informes en el 2025 analizando el caso de los data centers y la demanda energética de la inteligencia artificial en Estados Unidos y todos apuntan a una advertencia central: el rápido crecimiento de centros de datos está forzando expansiones de infraestructura energética fósil (centrales de gas, gasoductos, líneas de transmisión) que probablemente estén sobredimensionadas, por lo que estas inversiones no siempre responden a una demanda real o comprobada, sino a proyecciones infladas. El riesgo es que los consumidores terminen pagando por infraestructura innecesaria, mientras se frena la transición a energías limpias.
Esto ocurre porque el sistema regulatorio y de mercados eléctricos en EE. UU. -y en particular PJM Interconnection (el operador regional de transmisión más grande de Estados Unidos)- funciona de tal manera que los costos de infraestructura sobredimensionada recaen inevitablemente en los consumidores.
Efectivamente, la IEEFA en su informe de junio (2025) advierte que las proyecciones de las utilities sobre la demanda de IA son hasta un 50 % más altas que las estimaciones de la propia industria tecnológica. Si esas inversiones en infraestructura fósil sobredimensionada se realizan, el modelo regulatorio (incluido PJM en su región) garantiza que los costos sean cargados a los consumidores, aun cuando nunca se justifiquen.
Por ejemplo, en el sureste de EE. UU. las empresas eléctricas justifican nuevas plantas de gas y gasoductos basándose en la supuesta demanda de centros de datos. En enero (2025) la IEEFA advertía que, aunque esa demanda no se concrete, la regulación permite recuperar las inversiones a través de tarifas eléctricas, de modo que los consumidores terminan pagando por infraestructura innecesaria.
Otra crítica es el funcionamiento del “mercado de capacidad” de PJM (mecanismo diseñado para garantizar que exista capacidad de generación comprometida en el futuro) que ha inflado los precios impulsado por la expectativa de un boom de data centers: en dos años, hubo un aumento de casi diez veces en precio. Y aunque esa demanda no se haya materializado, los precios del mercado ya se trasladan a las facturas de los consumidores, porque PJM remunera a los generadores por estar disponibles en el futuro.
En la misma línea, un estudio de la Universidad Carnegie Mellon y la Universidad Estatal de Carolina del Norte (2025) indica que las tarifas eléctricas podrían aumentar un 8% en promedio en Estados Unidos hasta 2030 debido al aumento de la demanda de los centros de datos, junto con la generación de criptomonedas. Su conclusión es que el auge de la infraestructura digital está superando la capacidad de respuesta de nuestro sistema eléctrico. Los centros de datos ofrecen beneficios potenciales, pero corren el riesgo de generar mayores emisiones y aumentar los precios para los hogares si no se lleva a cabo una planificación proactiva y coordinada. Los responsables políticos deben actuar ahora para adaptar la inversión en infraestructura y la regulación a este aumento de la demanda.
Más específicamente, en mayo, la IEEFA (2025) analizó cómo también se trata de un problema distributivo: el modelo de asignación de costos de PJM implica que los clientes de West Virginia cubrirán más de 440 millones de dólares en líneas de transmisión que, en realidad, benefician a centros de datos ubicados en Virginia. En otras palabras, quienes no reciben beneficios directos financian infraestructura generada por políticas de otro estado.
6. Contaminación acústica en los vecindarios
Los centros de datos generan una importante contaminación acústica, principalmente procedente de los generadores diésel y los sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado (HVAC).
Los centros de datos han sido lugares ruidosos durante mucho tiempo, pero se están volviendo aún más ruidosos a medida que las empresas encuentran formas de incluir densidades cada vez mayores de equipos en los centros de datos, y a medida que expanden los sistemas de energía y refrigeración necesarios para soportar ese equipo.
Las mayores fuentes de contaminación acústica son:
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Los sistemas de refrigeración
La mayor parte del sistema está dentro de la instalación, mientras que algunos ventiladores de HVAC están afuera. Con el aumento de la demanda de IA y almacenamiento de datos, los servidores consumen más energía cada día. Las temperaturas aumentan más rápido cuando los servidores tienen grandes cargas de trabajo, por lo que los sistemas de HVAC trabajan continuamente a una tasa mayor para enfriar los servidores y pasillos. -
El consumo de energía y la red eléctrica
El constante consumo de electricidad de alta potencia causa un sonido de zumbido de baja frecuencia. A esto habría que agregar los ruidos que generan las torres de alta tensión que se construyen para alimentar a los centros de datos,
Las consecuencias en la salud y el ambiente están siendo crecientemente observados, sobre todo en terrenos donde se concentran. Entre ellas, se encuentran:
a. Posibles daños a la audición del personal de los centros de datos
Para poner los niveles de ruido en perspectiva, los niveles de sonido seguro son 70 decibelios ponderados A (dBA) o inferiores, según la Asociación Americana de Audición de Idiomas de Discurso. La exposición a sonidos de 85 dBA y superiores es perjudicial para la audición. Los niveles de ruido pueden alcanzar 96 dBA dentro de un centro de datos (Mahan, 2024). La exposición de más de media hora en este nivel podría dañar la audición.
Los niveles de ruido son más altos dentro de un centro de datos debido al área cerrada que hace eco de zumbidos y zumbidos de los ventiladores de servidor, los sistemas de HVAC y otros equipos y hardware en ejecución. El personal del centro de datos que experimenta una exposición prolongada a niveles altos de ruido puede sufrir daños en la audición, disminución de la productividad y aumento del estrés.
b. Problemas de salud en comunidades
Las personas que viven cerca de los centros de datos expresan problemas de salud debido a la contaminación acústica. Al igual que el personal del centro de datos, el ruido constante de zumbido o zumbido de los centros de datos hace que algunas personas experimenten dolores de cabeza, estrés y trastornos del sueño. La falta de sueño y el estrés pueden provocar ansiedad, deterioro cognitivo y riesgos cardiovasculares. En casos más extremos, la contaminación acústica puede causar tinnitus y pérdida de audición. Los niños y niñas se presentan como especialmente vulnerables (Fairfax Station Connection, 2023; Campbell, 2025).
c. Efectos en la vida silvestre
La contaminación acústica también afecta a la vida silvestre. Similar a cómo los motores de los barcos y los equipos de sonar afectan la vida marina, la contaminación acústica en la tierra interrumpe la comunicación de los animales y los obliga a buscar nuevos patrones de migración.
La flora y la fauna pueden verse afectadas. En el condado de Fairfax, a las afueras de la circunvalación de Washington D. C., la construcción de un centro de datos amenaza el lugar de anidación de las garzas azules, unas aves acuáticas solitarias que suelen verse en las aguas poco profundas de los ríos y arroyos locales (Fairfax Station Connection, 2023; Campbell, 2025).
Las torres de alta tensión en la mira
Las torres de alta tensión que alimentan a los data centers han sido criticados también por las comunidades afectadas por su trazado. En América Latina, analizando protestas en Chile (Huechuraba, Santiago de Chile) y Brasil (Fortaleza), se observa que una de las mayores preocupaciones es la contaminación acústica que generan y su impacto en las personas y biodiversidad, pero también en cómo su presencia destruye espacios naturales y culturalmente relevantes y los hace incluso más inseguros (Moreno, 2023; Globo, 2025).
Consumo de agua fresca y sus consecuencias
El consumo de agua de los centros de datos es muy similar al consumo de energía y a las emisiones de carbono. A medida que los centros de datos utilizan más energía para sus operaciones habituales y para satisfacer las solicitudes de inteligencia artificial, consumen mayores cantidades de agua para refrigerar sus chips procesadores, con el fin de evitar el sobrecalentamiento y posibles daños. Del mismo modo, a medida que aumenta el consumo de energía en los centros de datos, también lo hacen las emisiones de carbono.
Existen dos conceptos clave de uso de agua (Pengfei Li et al, 2025): extracción, que es la cantidad total de agua que se toma de una fuente, y consumo, que es la parte que se evapora y no regresa al sistema. En muchos centros de datos, entre el 45% y el 60% del agua extraída termina consumiéndose, pero es difícil de estimar a nivel global, porque muchas instalaciones no publican datos de uso de agua.
Puede ser complicado, pero vale la pena entenderlo. Te recomendamos leer el documento “¿Cómo se usa el agua en los centros de datos? Una guía breve” para poder comprender mejor el problema.
De acuerdo a un informe especial de J.P. Morgan x ERM (2024), un centro de datos de tamaño medio consume aproximadamente 300 mil galones de agua al día (110 millones de galones de agua al año, lo que equivale al consumo anual de agua de aproximadamente mil hogares). Los grandes centros de datos (los llamados centros a hiperescala que son comunes para los servicios de las Big Tech) pueden utilizar entre 1 y 5 millones de galones de agua al día, lo que es comparable a la cantidad que utiliza una ciudad de entre 10 a 50 mil personas.
Así, su rápida expansión amenaza los suministros de agua dulce debido a que la extracción de agua dulce de los arroyos locales o de los acuíferos subterráneos puede provocar el agotamiento de los acuíferos, especialmente en zonas con escasez de agua. A continuación, algunos impactos socioambientales derivados:
1. Uso directo de agua fresca en territorios en sequía
De acuerdo a J.P. Morgan x ERM (2024), en total, los centros de datos de EE. UU. utilizaron más de 75 mil millones de galones de agua en 2023. Para investigadores como Shaolei Ren y Amy Luers (2025), el consumo de agua de Alcance 1 (el que se hace en el funcionamiento del mismo centro de datos) a nivel nacional podría parecer relativamente modesto; pero ese no es el problema realmente. El detalle es que en EEUU existe una concentración de centros de datos en regiones que ya sufren de escasez de agua, y la presión sobre los sistemas locales de abastecimiento de agua puede ser significativa.
En ese país, de hecho, el 20% del agua que consumen actualmente los centros de datos procede de cuencas hidrográficas que ya sufren estrés hídrico, lo que supone un riesgo para la industria tecnológica y las comunidades y el medio ambiente circundantes (J.P. Morgan x ERM, 2024).
Dado que los centros de datos tienden a agruparse unos cerca de otros en determinadas zonas geográficas, el impacto acumulativo de múltiples instalaciones sobre los suministros de agua locales y regionales es considerable, pero hasta ahora se sigue conociendo muy poco al respecto, incluso cuando se agrupan en zonas que ya sufren estrés hídrico.
Un estudio de Ceres (2025) enfocado en Phoenix, Arizona (EEUU), da cuenta que se trata de una región con estrés hídrico, además de una metrópolis en rápido crecimiento y un centro de datos en auge. Allí, el crecimiento de los centros de datos podría aumentar la presión sobre los recursos hídricos en cuencas ya sometidas a tensión hasta en un 17% anual. Pero, ojo, el mayor problema puede que ni siquiera sea el consumo total de agua fresca, sino el momento en que se produce. En los días de calor, cuando los residentes y las empresas más necesitan el agua, la demanda de agua de los centros de datos también se dispara.
Para Ceres, la concentración de centros de datos en regiones con alto estrés hídrico podría poner en riesgo el valor financiero de las empresas si no se evalúa y aborda de manera exhaustiva, ya que el uso del agua y los impactos acumulativos pueden afectar significativamente la disponibilidad de agua. El riesgo potencial se agrava, ya que los impactos acumulativos de los centros de datos sobre el agua pueden entrar en conflicto con los esfuerzos de planificación en curso para garantizar un suministro sostenible de agua.
Aunque queda fuera del alcance del análisis de Ceres, reconoce que los impactos acumulativos sobre los recursos hídricos derivados de la concentración de todos los usuarios de agua deben cobrar mayor relevancia en los debates sobre la gestión del agua. Por ejemplo, la región de Phoenix ha experimentado un crecimiento significativo en la fabricación de semiconductores, que requiere grandes cantidades de agua ultra pura.
2. El uso indirecto de agua de la energía que ocupan los centros de datos
La otra parte de la ecuación es la electricidad que alimenta los centros de datos. Si un centro de datos funciona con electricidad proveniente de una planta térmica (carbón, gas, nuclear), esa planta utiliza agua para enfriar sus turbinas o condensadores. Esa agua, aunque no se vea, forma parte de la huella hídrica indirecta del centro de datos (Alcance 2). El sector eléctrico de EEUU extrae alrededor de 11,6 galones de agua y consume 1,2 galones por cada kilovatio-hora de electricidad producido, lo que lo sitúa entre los mayores consumidores de agua del país. En muchas regiones, ese uso indirecto puede representar hasta el 80 % o más del total de agua asociado (Shaolei Ren y Amy Luers, 2025b).
El agua que utilizan las centrales eléctricas no suele ser potable y no se extrae de los sistemas municipales de agua. Aun así, puede suponer una carga para los ríos, los acuíferos y los ecosistemas, especialmente en regiones con escasez de agua.
Para la mayoría de los centros de datos de Estados Unidos, este uso indirecto es significativamente mayor que el uso directo de agua in situ. Un artículo (Pengfei Li et al, 2025) estimó que, en 2023, el uso de chat GPT-3 para generar un solo texto de entre 150 y 300 palabras consumiría un total de 16,9 mililitros de agua en un centro de datos medio de Estados Unidos: 2,2 ml para la refrigeración in situ y 14,7 ml para la generación de electricidad. Es probable que las mejoras en la eficiencia de los modelos posteriores hayan reducido estas cifras, pero el uso indirecto del agua sigue siendo predominante.
Así, para autores como Shaolei Ren y Amy Luers (2025b), el verdadero desafío hídrico vinculado a la IA no es solo el uso local de agua en los centros de datos, sino la dependencia de un sistema eléctrico que, en muchos casos, consume grandes volúmenes de agua.
3. Más uso agua fresca con el impulso de la IA
Nuoa Lei et al (2025) analizan cómo distintos tipos de cargas de trabajo —entre ellas las asociadas a IA y cómputo intensivo— influyen de modo diferencial en el consumo de agua en los centros de datos. Identifican que las cargas más exigentes en potencia térmica (como las derivadas de entrenamiento o inferencia de modelos grandes) requieren mayores medidas de enfriamiento, lo que aumenta el uso de agua en sistemas evaporativos o en circuitos auxiliares.
Para investigadores como Pengfei Li et al (2025), a pesar de su profundo impacto ambiental y social, el aumento de la huella hídrica de la IA ha recibido poca atención. Para los autores, el rápido crecimiento de los modelos de IA y los centros de datos agravará considerablemente el estrés hídrico mundial, especialmente en regiones que ya se enfrentan a la escasez de agua dulce. Por lo tanto, es imperativo considerar la huella hídrica como un indicador de sostenibilidad de primer orden para la IA, junto con las emisiones de carbono.
Esto tiene un correlato muy directo. De acuerdo a la investigadora Masheika Allgood (2025), los centros de datos de Google en Europa son más eficientes en el uso de agua no por sus tecnologías de enfriamiento, sino porque no son principalmente centros de datos dedicados a la IA. Son instalaciones de Google Cloud. Alojan cargas de trabajo más tradicionales que no requieren el nivel de refrigeración necesario para miles de racks de GPU que entrenan e infieren LLM las 24 horas del día, los 7 días de la semana. En una entrada en su LinkedIn (2025), afirmó:
“Así que, si crees que tu agua está a salvo porque estás en Europa, te espera un duro despertar. Google quiere aprovechar la buena reputación que se ha ganado para ampliar todos sus campus de centros de datos con instalaciones específicas para la IA. Los mismos centros de datos de IA a hiperescala y de consumo masivo que tenemos en Estados Unidos, que nos están dejando sin recursos. Despierta y toma conciencia de la escasez de agua antes de que sea demasiado tarde”.
4. Justicia hídrica: necesidades de las comunidades versus las necesidades de las personas
La justicia hídrica es un concepto que aborda la distribución, la gobernanza y el uso justos y equitativos de los recursos hídricos, reconociendo el agua como un derecho humano y una necesidad ecológica. Va más allá del simple acceso al agua: examina quién controla el agua, quién se beneficia de ella y quién asume los costos ambientales y sociales de su explotación. Así, para lograr la justicia hídrica es necesario hacer frente a las desigualdades históricas y estructurales en el poder político, los sistemas económicos y el reconocimiento cultural (Sultana, 2018).
Una preocupación creciente en relación con la expansión de los centros de datos es la distribución desigual de los derechos sobre el agua, al mismo tiempo, las comunidades rurales y marginadas se enfrentan con frecuencia a restricciones en el uso del agua o a facturas de servicios públicos más elevadas.
Particularmente, en América Latina muchas de las controversias sociales y ambientales que rodean la instalación de data centers se centran en el uso, control y distribución desigual del agua. Los conflictos no surgen sólo por razones técnicas —como la cantidad de agua que consumen para refrigeración—, sino por lo que ese uso representa en contextos de escasez, privatización y desigualdad histórica en el acceso al agua.
Un caso paradigmático ocurre en México y que es ampliamente investigado por N+Focus (2025). En 2015, Conagua, la dependencia federal de México que regula las aguas nacionales, alertó de que cuatro acuíferos en el estado de Querétaro estaban en déficit hídrico y recomendó no dar más licencias. En la misma fecha, el gobierno del Estado puso en marcha una estrategia de atracción para instalar centros de datos allí. Pero como no había más licencias, para obtener agua los centros de datos encontraron dos vías.
La primera, comprar una parte de los permisos ya emitidos, que es una fórmula habitual por la que un particular que dispone de una licencia para extraer agua puede vender parte de los derechos a otro interesado. Lo hace Microsoft en el parque industrial Vesta, donde tiene licencia para extraer 25 millones de litros al año desde 2023, según documentos de Conagua a los que tuvo acceso N+Focus. A la empresa estadounidense le fue cedida una parte de un permiso de extracción que era propiedad de QVC, una sociedad mercantil vinculada al parque industrial Vesta, en el que se ubica el centro de datos de Microsoft.
La segunda, apoyarse en el gobierno estatal, que les suministra directamente el agua. Esta es una maniobra permitida por la ley desde 2022, cuando el actual gobernador, Mauricio Kuri, impulsó una nueva normativa sobre agua que fue conocida como “Ley Kuri” y que tuvo la oposición de organizaciones sociales y medioambientalistas. Esta ley permite a municipios y a la agencia estatal del agua otorgar concesiones, algo que antes estaba solo en manos de Conagua. Un ejemplo: N+ Focus accedió a la solicitud de factibilidad de servicios de agua potable para el tercer centro de datos de Ascenty y que fue emitido en mayo de 2023. En él, el gobierno de Querétaro le asegura un máximo de un millón de litros de agua al mes. Pero la empresa argumenta que gastan mucho menos, ya que afirman que el agua que toman de las dependencias públicas es solo para consumo humano. Al menos siete de los centros de datos instalados en Querétaro solicitaron sus permisos un año antes, en 2021.
Como también se constata en el reportaje de N+ Focus, Marco del Prete, actual secretario de Desarrollo Sustentable del Estado de Querétaro, afirmó: “Si un data center requiere tanta agua como dicen que requiere, no estarán instalados en Querétaro. No tendríamos agua para satisfacerlos. El agua de Querétaro es para los ciudadanos, para las familias”. La realidad es que casi el 15% de los hogares de Querétaro carece de agua entubada y los cortes son frecuentes en dos de cada diez hogares del estado, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Más allá de la injusticia distributiva en el agua
En su análisis de los conflictos por el agua vinculados a la cadena de valor de la inteligencia artificial, Sebastián Lehuédé (2025) distingue entre una injusticia distributiva y una injusticia ontológica o elemental. La primera alude a la desigual distribución de los recursos hídricos: quién tiene acceso, cuánto se usa, quién paga los costos ambientales. La segunda, en cambio, apunta a un nivel más profundo, donde el conflicto ya no se trata solo de cantidades o derechos, sino de la forma en que el agua es entendida y tratada por distintos actores sociales.
En el caso de las comunidades afectadas por los centros de datos o la minería del litio en Chile, Lehuédé observa que el agua no es concebida únicamente como un recurso económico, sino como una entidad viva y relacional, fundamental en su modo de existencia. Cuando una empresa tecnológica o minera la utiliza como un simple insumo para refrigerar servidores o extraer minerales, impone una visión tecnocrática del agua que desconoce su dimensión simbólica y vital.
Esa imposición constituye una injusticia que no solo priva a las comunidades de agua física, sino que rompe su relación ontológica con el elemento, reemplazando una concepción relacional y espiritual por otra instrumental y extractiva. Por eso, el autor argumenta que los conflictos por el agua en torno a la inteligencia artificial y la infraestructura digital no pueden resolverse únicamente con soluciones técnicas o redistributivas.
Aumento de basura electrónica y sus peligros
Los centros de datos son uno de los principales proveedores de e-waste debido a su actividad ininterrumpida y a las elevadas tasas de sustitución de equipos. Así, en un data center, los cables, las baterías, los sistemas de alimentación ininterrumpida (UPS), los acondicionadores de aire (CRAC y CRAH), las unidades de distribución de energía (PDU) y los transformadores también se retiran y desechan periódicamente, cuando expiran las garantías y las unidades no cumplen con los altos estándares de confiabilidad y redundancia establecidos por entidades como el Uptime Institute (González Monserrate, 2022).
De hecho, un estudio de Veau et al. (2023) analiza el crecimiento de los centros de datos en Alemania y cómo este impulsa la generación de residuos electrónicos. Modela los flujos de hardware en función de la capacidad instalada y estima que los equipos de los data centers (servidores y hardware IT) suelen reemplazarse cada 3 a 5 años. El estudio revela que los centros de datos más grandes aportan cada vez más residuos, mientras que los más pequeños tienden a ser reemplazados por instalaciones mayores. Además, señala la falta de datos específicos del sector para monitorear la recolección formal y el reciclaje del e-waste, lo que dificulta diseñar políticas efectivas.
Para Andrews et al (2021), los centros de datos funcionan bajo un modelo productivo lineal, basado en la extracción de materiales, el consumo intensivo de energía y la rápida sustitución de equipos. Este esquema ha generado problemas de obsolescencia tecnológica acelerada, acumulación de residuos electrónicos y pérdida de materiales críticos como cobre, oro, tierras raras y litio.
Para estos autores, el sector carece de una visión integrada: los subsistemas de diseño, construcción, operación, mantenimiento, desmontaje y reciclaje funcionan de manera aislada, lo que impide abordar la sostenibilidad desde un enfoque de “sistema completo”. En consecuencia, la industria enfrenta una contradicción estructural: mientras alimenta la digitalización global, reproduce dinámicas de insostenibilidad ambiental y fragmentación industrial que dificultan cualquier transición hacia una economía circular.
Los desafíos persistentes del e-waste en el mundo
De acuerdo al informe Global E-Waste Monitor 2024 (Cornelis P. Baldé et al, 2024), el mundo generó un récord de 62 millones de toneladas de residuos electrónicos (e-waste) en 2022, lo que representa un aumento del 82% desde 2010. Sin embargo, solo 22,3% fue formalmente recolectada y reciclada de forma documentada.
La generación de e-waste está creciendo a un ritmo mucho mayor que la capacidad formal de reciclaje: se estima que la cantidad anual crece en 2,6 millones de toneladas, lo que lleva a proyecciones de hasta 82 millones de toneladas para 2030. Además, se espera que la tasa documentada de recolección y reciclaje decaiga ligeramente al 20% para 2030 debido a la brecha creciente entre generación y capacidad de gestión.
El reporte identifica varios factores que agravan esta brecha: el progreso tecnológico, el consumo creciente de dispositivos electrónicos, ciclos de vida más cortos, limitaciones en reparación, diseños poco amigables para reciclaje, y una infraestructura de gestión de residuos electrónicos insuficiente en muchos países.
Aunque 81 países cuentan con legislación sobre e-waste (en 2023), la implementación efectiva y los objetivos de recolección y reciclaje son escasos: solo 46 países tienen metas de recolección y 36 países metas de reciclaje. Mientras tanto, el comercio ilegal de residuos electrónicos persiste, con movimientos no documentados de toneladas de e-waste desde países de altos ingresos hacia países de ingresos medios y bajos.
La producción de estos desechos electrónicos de los centros de datos significa varios riesgos socioambientales, entre los cuales están:
1. Efectos peligrosos en salud y ambiente
Los residuos relacionados con la digitalización contienen materiales peligrosos que, si no se manejan adecuadamente, pueden tener efectos perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana.
Los principales peligros ambientales del e-waste provienen de metales pesados y contaminantes orgánicos persistentes contenidos en los dispositivos (Kang Liu et al, 2023). Durante el tratamiento del desecho electrónico —por ejemplo desarme, separación, reciclaje informal— estos contaminantes pueden liberarse al aire, suelo, polvo, agua y otros medios, y luego pueden trasladarse a través de ciclos geológicos y biológicos.
Asimismo, en la etapa de incineración de componentes electrónicos, los gases resultantes (como azufre, nitrógeno y dioxinas), junto con metales pesados, se convierten en contaminantes atmosféricos. Estos pueden acumularse, transformarse y migrar hacia seres vivos y comunidades humanas mediante medios como el agua, suelo o polvo atmosférico.
Pero incluso con procesos avanzados de desmantelamiento, los contaminantes generados durante el reciclaje son difíciles de controlar por la complejidad de los materiales involucrados y su persistencia. Así, el reciclaje requiere tecnologías avanzadas, pues durante la separación fina se pierde una parte significativa de materias primas valiosas y pueden liberarse contaminantes.
2. Impactos socioambientales y de salud diferenciados
Buena parte del e-waste que se genera actualmente no se recicla adecuadamente: muchos dispositivos terminan en vertederos o son exportados a países de menores ingresos, donde son desarmados manualmente con riesgo para la salud por la exposición a sustancias tóxicas como plomo o mercurio (2024).
Más aún, las poblaciones más vulnerables, especialmente los niños y las mujeres embarazadas, enfrentan riesgos sanitarios elevados. Los contaminantes pueden atravesar la placenta, afectar el desarrollo neurológico en fetos e infantes, disminuir la función pulmonar, y contribuir a enfermedades respiratorias, entre otros efectos.
Además, el trabajo informal en el reciclaje de e-waste (por ejemplo, recolección o desarme no regulado) expone directamente a muchas personas, incluidas niñas y niños, a estos peligros químicos (OMS, 2024)
Kang Liu et al (2023) mencionan un caso de exposición infantil: los niveles de metales pesados (Pb, Cd, Cr, Ni, As) en niños de una población expuesta al e-waste resultaron en promedio 3,90 veces superiores que los niños en una población de referencia (p < 0.01). Asimismo, se cita un reporte de Guiyu, China de 2009, donde la liberación no controlada de bifenilos policlorados (PCB) durante el reciclaje fue una fuente importante de acumulación dentro del cuerpo humano.
3. Más emisión de CO2
La contribución directa de los residuos electrónicos al cambio climático está relacionada con la generación de potentes gases de efecto invernadero (GEI) durante su gestión inadecuada. En muchas regiones prevalecen métodos de manipulación inadecuados, como el vertido no regulado en vertederos y la quema al aire libre de residuos electrónicos (Fawole et al 2023).
Por ejemplo, se estima que una tonelada métrica de placas de circuitos impresos puede contener entre 40 y 800 veces la concentración de minerales de oro extraídos en Estados Unidos. Esta densidad de metales preciosos, combinada con el proceso de combustión, puede generar volúmenes significativos de GEI. Además, los refrigerantes y las espumas aislantes de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) contienen hidroclorofluorocarbonos (HCFC) e hidrofluorocarbonos (HFC), que son potentes GEI. Si no se gestionan adecuadamente, se liberan a la atmósfera durante la fase de eliminación.
Por otra parte, los lixiviados de los vertederos donde se suelen depositar los residuos electrónicos suelen contener altos niveles de materia orgánica que en descomposición dan lugar a la generación de metano, un gas de efecto invernadero 28 veces más potente que el dióxido de carbono en términos de su capacidad para atrapar el calor. Los vertederos contribuyen con alrededor del 14 % de las emisiones de metano provocadas por el ser humano a nivel mundial. Por lo tanto, el vertido de residuos electrónicos representa una fuente significativa de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que vincula directamente la gestión de los residuos electrónicos con el cambio climático.
De hecho, entre 2014 y 2020, las emisiones de GEI incorporadas procedentes de determinados residuos electrónicos generados por dispositivos TIC aumentaron un 53%, con 580 millones de toneladas métricas (MMT) de CO2 emitidas en 2020. Sin intervenciones específicas, las emisiones de esta fuente aumentarán hasta alcanzar aproximadamente 852 MMT de CO2 anuales en 2030 (Singh & Ogunseitan, 2022).
4. Más basura electrónica gracias a la IA
¿Cómo afecta la adopción de la IA a la producción de e-waste de los centros de datos? Un estudio reciente en la revista Nature Computational Science (Peng Wang et al, 2024) estima que la adopción agresiva de modelos de lenguaje de gran tamaño (LLMs) podría generar 2,5 millones de toneladas de e-waste al año para 2030.
En el estudio se presentan cuatro escenarios de adopción de IA (de uso limitado a agresivo). Desde una línea base de 2.600 toneladas al año en 2023, el escenario agresivo implicaría un total de 5 millones toneladas de e-waste entre 2023 y 2030. El artículo señala que el estudio solo considera modelos de lenguaje grande (LLMs) como la IA generativa, y no otros tipos de IA; incluir otros tipos aumentaría las cifras proyectadas de e-waste.
Así, el avance y la proliferación de la inteligencia artificial generativa podría exacerbar el problema global de los residuos electrónicos. A medida que las empresas despliegan hardware cada vez más potente —por ejemplo servidores con chips especializados— la frecuencia con que estos equipos quedan obsoletos amenaza con disparar las tasas de reemplazo de equipos informáticos.
Presiones en el uso de tierras y sus consecuencias
Los centros de datos actuales, con más de 40 megavatios, requieren una superficie equivalente a algo más de cinco canchas de fútbol y una potencia eléctrica similar a la que consumen 36 mil hogares.
En general, es muy difícil encontrar emplazamientos de este tipo y casi siempre requieren importantes trabajos previos, como la instalación de líneas eléctricas de alta tensión y la construcción de nuevas subestaciones, el traslado o desalojo de servidumbres o servicios públicos existentes, o la mitigación de riesgos medioambientales complejos en terrenos vírgenes.
Pero estas empresas además requieren terrenos asequibles para las infraestructuras que alimentan su funcionamiento, por ejemplo, instalaciones de generación de electricidad o de aprovechamiento del calor residual, estaciones transformadoras, redes subterráneas de telecomunicaciones, electricidad, calefacción y agua, o vertederos de residuos.
Conseguir una buena ubicación de los terrenos donde se emplace un data center es esencial y explica mucho de los conflictos socio-ambientales que enfrentan. Puedes tener más antecedentes en el documento "Terrenos, compras y zonificación de data centers. Una guía inicial".
Esta presión por conseguir terrenos, tiene diversas consecuencias, algunas de las cuales las repasamos a continuación:
1. Tensiones en el desarrollo urbano
En ciudades donde se concentran crecientemente los centros de datos y, en especial, aquellos que necesitan de características especiales para responder a la IA (fundamentalmente acceso a energía, agua y conectividad) se han levantado polémicas porque compiten con necesidades inmobiliarias más urgentes, como la vivienda y las tiendas minoristas.
Por ejemplo, para legisladores en Atlanta, EEUU, la construcción descontrolada de instalaciones de datos dificulta que la ciudad aborde su escasez de viviendas, que asciende a unas 100 mil unidades en el área metropolitana. Los residentes, por cierto, comparten estas preocupaciones (Parker, 2024).
2. Aumento de precios en los terrenos
Los centros de datos de IA son instalaciones enormes que consumen mucha energía y que, a menudo, requieren acceso a grandes terrenos para operar. Como resultado, sobre todo en zonas urbanas pobladas, hay un desajuste entre la demanda y la oferta de terrenos. Muchas áreas metropolitanas ya se encuentran limitadas, lo que obliga a los promotores inmobiliarios a pagar de más por terrenos con título de propiedad o a recurrir a mercados secundarios (Nelly, 2025, Datacenters, 2025).
En el norte de Virginia, en EEUU, donde se ubican muchos de los centros de datos más grandes del mundo, los precios de los terrenos han aumentado en los últimos cinco años. Por ejemplo, en el condado de Loudoun, Virginia, el precio de los terrenos con título de propiedad se ha duplicado en tan solo dos años debido a la feroz competencia. Texas, un estado que ya favorece a las empresas, está experimentando tendencias similares a medida que las empresas de IA compiten por terrenos cerca de las redes eléctricas y de fibra óptica.
Este cambio no solo afecta a los terrenos industriales. Las zonas comerciales circundantes están experimentando un aumento en la demanda de almacenes, oficinas y empresas de servicios que respaldan las operaciones de los centros de datos. Incluso las zonas residenciales cercanas a los nuevos centros de IA están experimentando un aumento de precios, a medida que los trabajadores se reubican y las comunidades se expanden. Para los inversores inmobiliarios, el seguimiento de las adquisiciones de terrenos y los próximos proyectos de IA podría generar importantes retornos en los mercados emergentes.
Esta tendencia también podría impulsar importantes mejoras en las redes eléctricas locales, lo que influye en el valor de las propiedades en zonas que pueden soportar un alto consumo energético sin interrupciones.
3. Expropiación forzosa
La expropiación forzosa se entiende como el poder del gobierno para -mediante una compensación- tomar una propiedad privada para destinarla a un uso público. Esta medida ha sido durante mucho tiempo una herramienta para el desarrollo de diversas infraestructuras. En la era de la inteligencia artificial, se está utilizando con mayor frecuencia para abrir camino a las líneas de transmisión que alimentan los centros de datos, ya sea desde energías de fuentes fósiles o renovables (Turley, 2025).
Por ejemplo, existe el Proyecto de Fiabilidad de Piedmont en Maryland, una línea de transmisión propuesta de más de 112 kilómetros y 500 mil voltios destinada a alimentar el «callejón de los centros de datos» del norte de Virginia, donde se concentran los servidores de IA. Los residentes denuncian el proyecto como una «apropiación de tierras por parte del gobierno» que amenaza las granjas, los ecosistemas como el Parque Estatal Gunpowder Falls y los derechos de propiedad, todo ello en beneficio de centros de datos de fuera del estado (Condon, 2025).
Tradicionalmente, en ese país las líneas de transmisión de alta tensión se financian a través de las tarifas de los servicios públicos que repercuten a los consumidores, quienes pagan mediante facturas de electricidad más elevadas. En Maryland, por ejemplo, los residentes ya se enfrentan a un aumento vertiginoso de los costos debido a la importación de energía y a las deficiencias de las políticas ecológicas, agravadas por las demandas de los centros de datos (Turley, 2025).
4. Transformación de uso de suelos rurales
Las razones detrás de la transformación de terrenos rurales a centros de servidores son diversas, pero las principales están relacionadas a la disponibilidad de recursos naturales.
En el condado de Medina (Texas, EEUU), Microsoft compró parcelas que anteriormente eran granjas de algodón o maíz y las preparó para construir nuevos centros de datos gigantes, algo que también sucedió en Hutto, una ciudad al suroeste de la ciudad, donde un terreno agrícola de unas 65 hectáreas, ahora está en proceso de convertirse en un centro de datos de 67 hectáreas. En el condado de Presidio, al oeste de Texas y contiguo a la frontera con México existe un plan para construir un mega campus de datos de 32,374 hectáreas sobre tierras ganaderas, sin embargo, todavía existen ranchos en operación, por lo que la iniciativa se discute con autoridades locales y la comunidad (Guarneros, 2025).
En el estado de Querétaro, México, la mayoría de estos campos que alguna vez se dedicaron a la agricultura o ganadería ahora están en desuso, lo que parece ser ideal para los centros de datos. Además, los terrenos agrícolas suelen estar disponibles en bloques continuos, a diferencia de la tierra urbana fragmentada, junto con ubicarse cerca de subestaciones eléctricas o líneas de transmisión que alimentan sistemas de riego. En el caso de Querétaro, operan con el acuífero del Valle de San Juan del Río, que en julio registró un déficit de 56,800 millones de litros (Guarneros, 2025).
5. Acaparamiento y despojo de terrenos en favor de privados
El acaparamiento de tierras, a menudo denominado neocolonialismo, ha sido definido como la toma de control de tierras, a veces muy extensas, con sus recursos naturales. Es llevado a cabo por actores privados o públicos, utilizando diferentes herramientas y medios (legales o ilegales). Como resultado, los recursos de la tierra se comercializan. Todo ello se hace a expensas de los intereses de los agricultores, la agroecología, la soberanía alimentaria de la sociedad y los derechos humanos (Bludnik, 2022).
El objetivo del acaparamiento de tierras es siempre el mismo: obtener el máximo beneficio para los propietarios del capital y los intermediarios financieros. Pero sean cuales sean los motivos que hay detrás del acaparamiento de tierras, se trata de una emanación de los cambios que se producen en el mundo moderno. Estos se están alejando de las explotaciones agrícolas tradicionales a pequeña escala basadas en la mano de obra y la producción para la subsistencia y el mercado local. En su lugar, se están estableciendo empresas agrícolas de monocultivo y capital intensivo (como los centros de datos), que depleta los recursos agotables del medio ambiente y se orientan hacia la producción masiva destinada a los mercados nacionales, internacionales o mundiales.
Los conflictos socioambientales por el acaparamiento y despojo de tierras para favorecer los intereses del capital detrás de los centros de datos se multiplican en el mundo.
En marzo de 2022, Microsoft adquirió terrenos en el pueblo Mekaguda (Telangana, India), en Shadnagar y Chandenvelly. La adquisición fue gestionada por la Telangana State Industrial Infrastructure Corporation (TSIIC), que agrupó terrenos y los transfirió a Microsoft como parte de la estrategia industrial del estado. Poco después de esa adquisición, los residentes locales comenzaron a presentar objeciones. Alegan que Microsoft ha incursionado en ocupaciones ilegales más allá de los límites del terreno adquirido, que el proyecto ha provocado contaminación en el lago Tungakunta, y que se ha perdido el acceso a caminos comunales usados por los habitantes para actividades agrícolas, de pastoreo y de obtención de agua. En julio de 2023, un grupo de 57 habitantes locales presentó una petición ante el Tribunal Superior de Telangana contra Microsoft, otras empresas y organismos estatales. La petición exige que Microsoft y las empresas involucradas cesen la ocupación ilegal. El tribunal admitió la petición y los procesos judiciales continúan abiertos hasta la fecha (septiembre de 2025) (Yarlagadda, 2025).
Por su parte, en el 2023 el comité de planificación y presupuesto del estado de Querétaro, México, aprobó un fideicomiso para desarrollar el campus del centro de datos Colón de CloudHQ, de cuatro mil millones de dólares, con seis data centers de hiperescala y que tendrá su primer edificio listo el 2026. Como parte del fideicomiso, el estado proporcionó una propiedad de 518.470 metros cuadrados por valor de 17,7 millones de dólares, donde se ubicará el campus (DCD, 2023).
Si bien, en su momento, estos mecanismos no fueron demasiado polémicos, la revisión crítica de estos últimos años a los impactos socioambientales de los centros de datos en Querétaro han levantado controversias por estos mecanismos. Por ejemplo, en su Facebook, el actual diputado del Congreso de la Unión, Gilberto Herrera Ruiz, calificó públicamente la medida de fideicomiso para CloudHQ como un “despojo”, aludiendo a que “el gobierno le dio 50 hectáreas a una empresa por $1000 pesos” (Herrera, 2025).
De forma más profunda, Paola Ricaurte y Teresa Roldán (2025) analizan las políticas de centros de datos en el Estado de Querétaro y sitúan la expansión de centros de datos dentro de una continuidad histórica de despojo que se remonta a la invasión colonial y a la posterior industrialización del Estado. Desde entonces, los mecanismos para acaparar y privatizar tierra y agua se consolidan y se profundizan en el siglo XX con políticas neoliberales, teniendo como resultado una crisis socioambiental que afecta a comunidades, en particular a pueblos originarios y sectores precarizados.
Una donación de terrenos a un data center que fue revocada en Brasil
En octubre de 2022, en el Estado de Pernambuco, Brasil, una ley estadual autorizó donar ≈8.000–8.200 m² de los 120.000 m² del Parque Memorial Arcoverde (área utilizada por el museo público Espaço Ciência, en la frontera Recife–Olinda) para la instalación de un data center y un “landing station” para cable submarino de internet.
Sin embargo, después de la oposición pública, en el 2025 el Gobierno de Pernambuco revocó en forma definitiva la donación (Melo, 2025).
Fueron muchos los argumentos públicos para oponerse a la donación estatal, entre ellos (MPPE, 2023):
- La protección del patrimonio del Sitio Histórico de Olinda, un área protegida y dentro de los límites del Sitio Histórico de Olinda.
- La reivindicación de Espacio Ciencia como un punto esencial en un itinerario científico-turístico por Recife y Olinda, por lo que su pérdida de carácter destruiría parte del potencial económico de ambas ciudades.
- La falta de transparencia sobre estudios ambientales que consideraran la zona de manglares que allí se preserva.